Autobiografía versus memorias

Según los especialistas en educación, desde que nacemos percibimos a otras personas y, desde los seis meses nos percibimos a nosotros mismos (1). Formamos primero nuestra identidad (quiénes somos) y después nuestra auto-imagen (quién creemos que somos). A partir de ahí evoluciona la idea de quiénes somos y aprendemos interactuando con lo que nos rodea.

Nuestras acciones y nuestrc04c7300eb76a006607fda4813ea117co aprendizaje avanzan a medida que encaramos etapas, desafíos y evaluaciones, propias y ajenas.
Quién no recuerda, por ejemplo, la ansiedad previa a aquel examen más que sus contenidos o cómo ganamos la confianza de aquel cliente o jefe que se nos resistía. Nuestra personalidad, estilo, carácter, preferencias, van evolucionando y dan forma a nuestro “currículum”, vivencial o corporativo que abre o cierra posibilidades de crecimiento hacia un lado u otro.

En los inicios quizás detectemos una fuerte vocación –“el elemento” en que nos encontramos a nosotros mismos, en la definición de Sir Ken Robinson (1bis)– con nitidez, podamos cabalgar sobre ella hacia nuestra pasión y desarrollar nuestra carrera con la mejor puntería de que disponemos. Puede que dudemos entre lo necesario y lo deseable y descubramos por el camino que nuestro destino se fragua desde la serendipia (2), como contaba Steve Jobs a los estudiantes de Stanford (3). Una posible tercera vía es que nos adaptemos a la tradición, profesional o gremial, de nuestros padres o entornos y continuemos su empresa o busquemos empleo, medios,  salidas e incluso vocaciones, por contagio o empatía, en lo más cercano y conocido.

A partir de cualquiera de estos escenarios se han desarrollado personas y organizaciones que, por volumen de negocio, notoriedad profesional, hechos puntuales o descubrimientos, conocemos por tradición oral, por los medios o por sus biógrafos. ¿Os gusta leer biografías? Siempre se aprenden cosas ¿no?

¿Podríamos aprender de nosotros mismos igual que lo hacemos de otros? ¿Sería productivo para organizaciones y profesionales verse a sí mismas con la mirada de su propio  biógrafo?
¿Ofrecería más información que  la de un asesor, publicitario, marketiniano o, incluso la mirada habitual que c57b62014007009146507d43b5cfb30cusamos para reunir nuestros propios datos, títulos y logros para escribir informes o currícula? Si así fuera, ¿qué necesitaríamos para llegar a vernos como lo haría nuestro biógrafo?
Es evidente que la distancia que el tiempo ofrece a un biógrafo está fuera de nuestro alcance. También su (presunta) objetividad pero, ¿no tenemos nosotros más nítida la experiencia de nuestras etapas y su correlación?

En otras palabras, ¿podemos analizar nuestro recorrido desde el punto de vista del aprendizaje de cada fase por la que pasamos, de cómo encaja o desencaja con la siguiente fase, de qué resultados ofrece, qué nos da y qué nos quita, cómo contribuye a nuestra identidad (siempre viva y mutante, aun sobre fuertes pilares)? Si consiguiéramos hacerlo ¿podríamos aprender mejor qué y qué no decidir para la siguiente fase de nuestra vida? Es evidente que, a partir de cierta edad (corporativa o vital), tenemos un dibujo más pormenorizado del mapa recorrido pero el desafío que aquí planteamos es adelantar esa visión para actuar con ella con toda la energía que el viaje pide en cada próxima estación. El tiempo, como describe S. Jobs, nos da esa perspectiva pero… ¿Cómo podemos tener esa visión de lo recorrido cuando no disponemos de la historia completa?

Contexto, realidad y aprendizaje

Vivimos un momento de enorme cambio estructural en el que la información es inmensa y muy compartida. Se dice que científico del siglo XVIII podía aprender y asimilar el conocimiento de la matemática desarrollada hasta su propio tiempo. Hoy, cualquier disciplina supera con creces lo que un solo hombre puede asimilar en toda su vida.

El desarrollo de cualquier ciencia y experiencia está, a la vez, a nuestro alcance más que nunca antes: la cultura objetiva es inmensa pero tenemos más acceso a ella y más opciones para desarrollar nuestra propia cultura subjetiva (4), y nuestra identidad puede enriquecerse con ella. ¿Podría ser este acceso lo que nos facilite el ángulo de visión mencionado sobre qué hemos aprendido y cómo usarlo? Una asertiva selección juega aquí un papel vital para no perdernos en la más que probable infoxicación (5).

Preguntas como ¿Qué aprendí cuando pasé por allí? ¿Dónde nos encontramos en este momento? ¿Qué objetivo me motivaba? ¿Y ahora? ¿Cuál quiero alcanzar? ¿Qué necesito para conseguirlo?, etc. Pueden enriquecer sus respuestas si encontramos conceptos clave a partir de los que elegir la experiencia (6) más productiva y herramientas para poder evaluar nuestra biografía y nutrirla, aprendiendo y ampliando nuestra área de influencia en el presente a partir de “abordar el aprendizaje y la renovación desde las cuatro partes de nuestra naturaleza: cuerpo, mente, corazón y espíritu. No podemos descuidar ninguna de estas partes si esperamos alcanzar el equilibrio y realizar grandes avances.” Stephen Covey (7)
Sabemos dónde localizar esas partes como personas pero:

¿Cuál es el “cuerpo” de una organización? Las personas que la componen.
¿Cuál es su “mente”? los líderes que la pilotan.
¿Su corazón? La visión que la mueve y cómo hace para llegar a ella.
¿Su espíritu? Los valores que la dan forma y la estrategia para ponerlos en acción.

Las empresas son también entes orgánicos y renuevan y desactivan su energía si se confían y no nutren constantemente cada una de sus partes. Todos conocemos ejemplos de decadencia y muerte de organizaciones por dejadez o exceso de confianza en “lo que ha funcionado hasta ahora”.

Si evaluamos lo aprendido con serenidad y autoanálisis podemos encontrar qué necesitamos en cada una de las partes para abrir posibilidades y convertir los errores en aprendizaje. Conectar así los puntos de aprendizaje, adaptarlo a los cambios que vivimos, reenfocarlo y alcanzar nuevos objetivos. Si añadimos a este proceso la intuición (8), la masa última con que el biógrafo amalgama y completa su historia, podemos potenciar nuestra energía y encontrar motivaciones que no veíamos antes. Así, nuestra capacidad y posibilidades de conectar, con nosotros mismos y con el entorno, pueden multiplicarse y aumenta nuestra capacidad de adaptación al cambio.

Se trata de nuestra biografía, la de nuestra vida y profesión; la experiencia de nuestra empresa u organización. Desde nuestros valores e identidad, podemos modelarla antes de mirar hacia atrás para escribir nuestras memorias.

Enlaces:
(1) http://blogs.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/relacion-padres-hijos/2012/07/27/la-identidad-del-nino-quien-es-y-quien-cree-que-es-102650
(1bis) http://youtu.be/TOHaSdZfwP4
(2) http://es.wikipedia.org/wiki/Serendipia
(3) http://youtu.be/vXJYrrLGNAo
(4) http://norojorgefilosofia.blogspot.com.es/2009/04/145-cultura-objetiva-cultura-subjetiva.html
(5) http://papelesdeinteligencia.com/infoxicacion-o-el-problema-del-exceso-de-informacion/
(6) http://www.utp.edu.co/~chumanas/revistas/revistas/rev28/veron.htm
(7) http://www.gestion.com.do/index.php/julio-2010/156-stephen-covey-habitos-y-principios-para-un-entorno-desafiante
(8) http://www.alfredobenitez.com/keep-calm-and-follow-your-heart/

4 Responses to “Autobiografía versus memorias”

    • JuanJo

      Hola, Pablo.
      Es evidente que heredamos acuerdos, tanto familiares como culturales y de nuestro propio sector que pueden impedirnos «unir los puntos» productivamente. Limpiar esos mensajes de lo que tienen de bloqueos y creencias ajenas es un trabajo importante a hacer, estamos de acuerdo.

      Muchas gracias por tu comentario.

      JuanJo Mora

      Responder
    • JuanJo

      Hola, Hector.
      Nos alegramos de que este artículo tenga algún poder de reflexión en nuestros (improbables) lectores. gracias por leerlo y por traernos esto.
      Y por comentar, claro :o)

      Saludos.

      JuanJo Mora

      Responder
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